Uso histórico/actual del agua

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El uso histórico del agua en Sierra Nevada viene siendo estudiado por el equipo de la Universidad de Granada, coordinador del proyecto MEMOLA, desde el año 2009. La importancia del agua en las cumbres de Sierra Nevada y la perfecta organización que se ha hecho de este recurso desde época medieval va a permitir la obtención de importantes resultados multidisciplinares. Los sistemas de riego, formados por inmensas redes de acequias de careo y de riego, son la plasmación del manejo y control del agua que las sociedades que han habitado este paraje de alta montaña han alcanzado.

El agua se toma a través de acequias de derivación que se alzan a diferentes alturas. Las más altas se sitúan por encima de los dos mil metros de altura, debajo de los tajos y prados de las cumbres. Las presas y acequias son de tierra y piedra. Estas corren por las laderas de los profundos valles soltando el abundante agua proveniente de las nieves a través de lo que se denominan chortales o chorreras, esto es, aberturas en las acequias que dejan escapar el agua que riega las faldas de las laderas. A esta operación se la denomina “careo”. Estas acequias sólo funcionan durante el invierno y la primavera, pudiendo llegar incluso hasta junio, siempre y cuando el agua sea abundante.

El objetivo fundamental es que el agua se filtre empapando la montaña en sus niveles superficiales o más profundamente a través del sistema de fallas y fracturas del manto nevado-filábride, recargando los acuíferos que irán manando y resudando en la base de los ríos durante el verano, cuando más falta hace y más escasos son los recursos. Los manantiales pueden ser fuentes naturales o bien minas de agua excavadas artificialmente. De manera complementaria pero igualmente importante, los chortales o chorreras consiguen también crear praderas artificiales con abundante pasto o hazas para la cría de cereal de primavera y otros cultivos.

Este complejo sistema tiene su origen, como decimos, en época islámica. Resulta, sin embargo muy complejo poder establecer una cronología precisa. Como ya demostramos en otra ocasión, en el siglo XI debían ya de existir estas acequias de careo de las zonas más altas de Sierra Nevada. Así se deriva de la interpretación del pleito que se estableció en la centuria siguiente entre las alquerías de Lubros (Lugros) y Bartillana. El documento original data del año 1187, pero se refiere a derechos de uso del agua plenamente consolidados que pueden retrasarse sin problemas al menos un siglo antes. Los habitantes de la segunda localidad, habían robado el agua de la parte alta de la cuenca del río Alhama de Guadix, perteneciente a Lubros, mediante un trasvase a la cuenca del arroyo Bernal, perteneciente a Bartillana. Dicho trasvase se habría realizado mediante una acequia (¿al-Barraŷūl?), que los vecinos de Bartillana aseguraban haber “levantado en tiempos antiguos, junto a la fuente citada”

Todas las localidades aprovechan las aguas de Sierra Nevada que baja por las barranqueras y ríos. Provienen pues, sobre todo del deshielo, aprovechando la función de “pantano natural” a la que nos referíamos anteriormente. Sin embargo, el sistema para abastecerse de agua es algo más complejo y extremadamente ingenioso.

Los azudes para alzar las acequias principales de las vegas más altas se encuentran como mínimo a 1400 m de altitud. Lo normal es que haya al menos una por río, pero en realidad la situación se complica posteriormente. Muchos de los sistemas tienen una balsa. En ella desemboca la acequia principal. Sin embargo, por lo general, la balsa se encuentra en medio del sistema y no al comienzo. Su función es reguladora de los riegos que se realizan por debajo con el agua que se acumula a partir de la puesta de sol. De la acequia madre y de la balsa se toman los brazales o “parás” para cada uno de los alfoces o pagos en los que se dividen las vegas. El riego se realiza por riguroso turno prefijado por cada uno de los distritos, desde los más próximos a la balsa a los más lejanos o viceversa. Es decir, se rige por un orden estrictamente topográfico. Cada riego que se da a todos los pagos de la vega se llama tanda. La duración de esta varía según las disponibilidades de agua. En otoño e invierno, cuando el agua es abundante, el riego se hace “a tajo”, siguiendo el mismo orden pero sin límite de tiempo. Es entonces también cuando se riega las zonas de riego eventual. Por el contrario, cuando escasea, se reparte a minutos por superficie de tierra y sólo es para la vega. La unidad de medida más común es el marjal. El tiempo se calcula en función del agua disponible y esta a su vez se establece por golpes de agua. Lógicamente, las tandas se hacen más cortas en días, no sólo porque se controle el tiempo, sino también porque las elevadas temperaturas obligan a un aporte hídrico más regular.

Para el estudio de los usos tradicionales y actuales del agua en Sierra Nevada serán fundamentales las conclusiones obtenidas durante las tareas de Arqueología del Paisaje (Arqueología hidráulica) donde se realizará la planimetría de las redes de acequias de varios municipios incluidos en el Espacio Protegido. A partir de aquí, los socios del proyecto MEMOLA hidrólogos, hidrogeólogos, botánicos, agrónomos y ambientólogos podrán analizar los usos actuales con una perspectiva diacrónica. Uno de los objetivos fundamentales del proyecto es la realización de propuestas viables para el mantenimiento de los sistemas de riego tradicionales, cuyo estado actual de semiabandono por parte de las autoridades hace primordial la toma de medidas para su protección.